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Un hongo bueno entre nosotros 

Una investigación desarrollada en Brasil podría ser la arma no química contra la chicharrita del maíz.

La chicharrita del maíz, Dalbulus maidis, es un serio problema para los agricultores de todo el continente americano, desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de Argentina. En Brasil afecta exclusivamente a las plantas de maíz, y no se conoce cuáles son sus mecanismos de supervivencia sin estos huéspedes. El insecto daña el maíz chupando la savia del floema, el tejido vascular, el responsable del transporte de azúcares y otros productos metabólicos desde las hojas.

Sin embargo, el impacto de la chicharrita trasciende los daños directos que produce. Esta plaga también propaga patógenos (bacterias y virus) que pueden atrofiar el crecimiento de las plantas y destruir cultivos enteros. Para combatir esta plaga, los agricultores suelen utilizar plaguicidas o agentes de control biológico para reducir la población de insectos y evitar la propagación de patógenos a nuevos huéspedes vegetales. Aunque se suelen utilizar insecticidas químicos, éstos pueden tener efectos secundarios negativos, por lo que el control biológico es una alternativa cada vez más popular.

Un reciente comunicado de prensa de la Fundación de Investigación de São Paulo aplaudía un agente de control biológico que potencialmente puede proteger al maíz de las plagas: el hongo Cordyceps javanica (antes conocido como Isaria fumosorosea o Cordyceps fumosorosea), que figura en algunos bioinsecticidas disponibles en el mercado. La manera en que el hongo controla a los insectos chupadores de savia no estaba clara hasta un estudio reciente del Centro de Investigación Avanzada en Control Biológico de São Paulo (SPARCBio), creado por la FAPESP y Koppert Biological Systems en la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la Universidad de São Paulo (ESALQ-USP).

El estudio, dirigido por la agrónoma Nathalie Maluta, investigadora de SPARCBio y Koppert Brasil, fue publicado en la revista Scientific Reports. Los coautores son Thiago Rodrigues de Castro, jefe de investigación y desarrollo de Koppert Brasil, y João Roberto Spotti Lopes, profesor de la ESALQ-USP. 

“Nuestro estudio demostró que el hongo empieza a afectar el comportamiento del insecto dos días después de la fumigación del cultivo con bioinsecticida, reduciendo su actividad tanto en términos de alimentarse de la savia del floema como de propagar patógenos”, dijo Maluta a la Agencia FAPESP. 

Maluta empleó la técnica de EPG, “Gráfico de Penetración Eléctrica” (EPG por sus siglas en inglés), para medir el comportamiento de alimentación del insecto, una técnica análoga al electrocardiograma. Se conectó un electrodo a un espécimen de D. maidis a y se registró la actividad de su estilete mientras sondeaba el tejido de la planta.

“La EPG genera ondas del nivel de voltaje, frecuencia y amplitud, que pueden correlacionarse con las actividades biológicas del insecto, lo que permite al investigador observar en tiempo real lo que está haciendo o lo que le ocurre, incluyendo los efectos del bioinsecticida sobre su actividad chupadora o de transmisión de patógenos”, explica Maluta en el comunicado.

Los investigadores rocían el bioinsecticida con el hongo sobre la planta para formar una película protectora. Los insectos que llegan posteriormente a la planta entran en contacto con esta barrera y el hongo al penetrar en su organismo acaba matándolos. Sin embargo, mucho antes de eso, el hongo empieza a afectar a su comportamiento, incluyendo su forma de alimentarse. 

“La acción de C. javanica es totalmente específica y no constituye un peligro para el consumo humano o animal, tanto es así que su uso está permitido en cultivos ecológicos”, explica Maluta en el comunicado. “Este hongo es natural y existe en la naturaleza. No se creó en el laboratorio mediante manipulación genética”.

Maluta explicó que D. maidis se ha extendido rápidamente debido al cambio climático, la proliferación de monocultivos a gran escala y el uso inadecuado de herramientas de gestión como el control químico.

“La utilización de insecticidas químicos sin control previo y sin saber si es necesario aplicar medidas de control conduce a la selección natural de individuos resistentes. Con el tiempo, ya no funciona ningún instrumento de control. Las estrategias de manejo deben cambiar radicalmente”, afirma.

La chicharrita del maíz lleva mucho tiempo afectando los cultivos de maíz, pero su población se ha disparado en los últimos años, en parte debido a la disminución de los ciclos de cultivo y a la introducción de cultivos de invierno, que proporcionan una fuente constante de alimento para estos insectos.Lea el artículo de investigación completo en https://www.nature.com/articles/s41598-023-48779-x

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