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Las Reglas Para Utilizar la Estrategia del “Enemigo Común” 

El liderazgo consiste en movilizar a las personas hacia un objetivo común que las una y las inspire.

Una de las formas más poderosas de movilizar a un equipo es definiendo una amenaza, un enemigo o un adversario común. Las personas siempre se han unido en torno a retos compartidos. Cuando se aplica correctamente, esta estrategia puede generar concentración, motivación y unión. Si no se aplica adecuadamente, puede generar toxicidad, división e incluso un daño duradero a la cultura y la reputación de su organización.

Saber cuándo emplearla es fundamental.

Seamos claros: la estrategia del enemigo común es una herramienta que los buenos líderes utilizan con responsabilidad e intención. Es una opción estratégica que las empresas pueden y deben utilizar, pero solo cuando se siguen ciertas reglas para garantizar que genere el efecto deseado y no perjudique a nadie.

Es algo Maravilloso ser Parte de Ello… ¡Cuando se Ejecuta Correctamente!

Piensa en cómo los factores disruptivos del sector de las semillas se han posicionado frente al statu quo, desafiando regulaciones obsoletas, competidores lentos o ineficiencias arraigadas. Estos líderes canalizan la energía de sus equipos hacia el progreso.

O piensa en los equipos de ventas de altamente eficaces que se unen contra un líder del mercado. No destruyen a la competencia, sino que se unen para derrotarla mediante la innovación, un mejor servicio y una ejecución más sólida.

En ambos casos, la estrategia del enemigo común fomenta una cultura de ambición, trabajo en equipo y resolución de problemas. ADEMÁS, hay…

Reglas:

Un líder fuerte, responsable, empático y apasionado se asegura de que:

  • El «enemigo» es externo, claro y real. Se lucha contra una forma de pensar obsoleta, un reto empresarial o una fuerza externa, no se crea un conflicto por el simple hecho de hacerlo ni se buscan chivos expiatorios.
  • El objetivo es un cambio positivo. La estrategia debe impulsar el progreso, no el miedo. Tu equipo debe sentirse empoderado, no atrapado en una mentalidad de «nosotros contra ellos».
  • La ética y la integridad son lo primero. Si la estrategia lleva a las personas a actuar de forma poco ética o divisiva, ya ha fracasado.
  • Hay una estrategia de salida. Debes saber cuándo pasar de la oposición a la inspiración, cuándo cambiar el enfoque de «luchar contra el enemigo» a «construir el futuro».

¿Qué Pasa si la Estrategia Falla?

Los líderes irresponsables y francamente malos utilizan como arma la estrategia del enemigo común. Utilizan el miedo en lugar de la inspiración y crean una cultura tóxica en la que la culpa tiene más peso que las soluciones. Este tipo de líderes tóxicos tienen las siguientes características:

  • Crean una mentalidad de “nosotros contra ellos”. Cuando los departamentos, los equipos o incluso los clientes se convierten en enemigos, la colaboración y la confianza se rompen.
  • Lo utilizan para eludir la responsabilidad. En lugar de resolver los verdaderos retos internos, desvían la atención y culpan a la competencia, a la normativa o a fuerzas externas de sus propios fracasos.
  • Empujan a las personas a tomar decisiones poco éticas. Si el mensaje es «el enemigo hace trampa, entonces nosotros también», la organización corre el riesgo de sufrir graves daños legales, financieros o de reputación.
  • Hacen del conflicto la única estrategia. Cuando una organización se vuelve adicta a tener un enemigo, pierde el rumbo. ¿Qué ocurre cuando desaparece la amenaza externa? A menudo, el grupo dirige su atención hacia adentro y comienza a atacarse a sí mismo.

He trabajado con directores ejecutivos de todo el mundo y muchos han utilizado este enfoque para crear equipos sólidos que han experimentado un éxito increíble y duradero. El buen liderazgo tiene que ver con la responsabilidad. La estrategia del enemigo común es una herramienta de liderazgo. Bien utilizada, puede alinear a los equipos, generar impulso y fomentar la innovación. Pero aplicada de forma imprudente, genera división, miedo y disfunción a largo plazo.

En esencia, el gran liderazgo no se trata de contra quién o qué luchamos, sino de lo que construimos juntos. Los mejores líderes saben cuándo movilizar a las personas frente a un desafío y cuándo cambiar hacia una visión que una, inspire y perdure en el tiempo.

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