En la Convención AMSAC 2025, el panel “El papel de las semillas en la producción de alimentos en México” reunió a representantes de cuatro empresas de semillas y al Dr. Miguel García Winder, Director General del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP). En representación del Secretario de Agricultura, Julio Berdegué Sacristán, el Dr. García Winder participó en la discusión sobre posibles vías de colaboración público-privada para fortalecer el sector agrícola mexicano.
García Winder señaló que la relación entre el gobierno y el sector privado existe desde hace tiempo, ya que “muchas de las empresas de semillas han utilizado la tecnología desarrollada por el INIFAP”, pero advirtió que la situación actual representa un punto de inflexión por varias razones.
Explicó que, por un lado, el INIFAP se encuentra en un proceso de fuerte alineamiento con la innovación, mientras que el sector privado “enfrenta una serie de desafíos inesperados tanto a nivel nacional como internacional, por lo que solo queda unir fuerzas” y centrarse en la complementariedad. “El rol del INIFAP no es generar ingresos”, afirmó, “sino impulsar el conocimiento y generar tecnología, y está en manos de las empresas poder utilizar esa tecnología”.
El funcionario puso como ejemplo las variedades de frijol, de las cuales el INIFAP ha registrado más de 100 en su catálogo de semillas, pero solo cuatro se utilizan actualmente. “El reto aquí es: sector privado, ayúdennos a probar las otras 96 y ver si tienen mercado. Algunas son resistentes a enfermedades, otras a sequías y ofrecen oportunidades que deben desarrollarse”.
En representación de las empresas estuvieron César Ramírez Marchand, presidente de la Unidad Comercial Mesoandina de Corteva Agriscience; Laura Tamayo Laris, vicepresidenta de Asuntos Gubernamentales de Bayer; José Manuel Villaverde, accionista de ASPROS; y Mauricio Pineda Álvarez, gerente general de Grupo Sakata Seed de México. Este debate fue moderado por Juan Labastida Blake, presidente del Consejo Directivo de la Asociación Mexicana de Semillas, A.C. (AMSAC), y Mario Puente Raya, director ejecutivo de la misma asociación.
Ramírez Marchand, de Corteva, enfatizó que la colaboración debe traducirse en acciones concretas. Destacó cómo las alianzas público-privadas en materia de semillas pueden tener un impacto directo en la agricultura y la cultura mexicanas, por ejemplo, mediante la entrega de variedades resistentes a plagas, como las tolerantes al saltahojas del maíz, o apoyando el plan de autosuficiencia alimentaria de la presidencia, en particular para el maíz blanco.
Laura Tamayo, de Bayer, señaló que construir alianzas para la innovación y el desarrollo con agencias gubernamentales “requiere un esfuerzo mucho mayor por parte de la industria”. Añadió que el Plan México ofrece una oportunidad para crear soluciones agrícolas integrales, ya que “refleja la voluntad del gobierno de trabajar de la mano con la industria — y, en este caso, con la industria semillera — para el desarrollo agrícola de nuestro país”.
En su presentación, Manuel Villaverde, de ASPROS, enfatizó que las empresas semilleras entienden que su éxito está directamente relacionado con el éxito de los agricultores. Sin embargo, las nuevas presiones comerciales y los desafíos urgentes, como el uso eficiente del agua, hacen que la colaboración sea más crucial que nunca. Señaló que ampliar la superficie cultivada ya no es la respuesta para impulsar la producción en México, ya que la disponibilidad de tierra se está reduciendo debido a la erosión, la sequía y otros factores. En cambio, parte de la solución reside en la mejora de las semillas.
Mauricio Pineda, de Grupo Sakata, destacó el clima, la geografía y la mano de obra calificada favorables de México para la producción de semillas de hortalizas, tanto para consumo interno como para exportación. Aun así, afirmó, las empresas necesitan mayor certeza en torno a los derechos de propiedad intelectual, ya que las leyes actuales no cumplen con los estándares internacionales. Todos los participantes coincidieron en la necesidad de mantener el diálogo y desarrollar planes de colaboración para producir semillas de cultivos clave, apoyando así la soberanía alimentaria y al mismo tiempo sosteniendo y aumentando la productividad agrícola de México.


