Durante muchas décadas, Fidel Castro fue famoso por fumar puros cubanos. En 1985, renunció abruptamente. Esto fue un gran logro en un país famoso por su tabaco. La industria ya estaba al borde del colapso debido a un brote de moho azul que destruyó el 95% de la cosecha de tabaco de Cuba en la temporada 1979-80, en una catástrofe bien conocida.
Cuando se tomó la decisión de dejar de plantar tabaco, era el único cultivo que muchos agricultores habían cultivado durante generaciones y su suelo estaba contaminado con nicotina, lo que les dificultaba simplemente cambiar a cultivos alimentarios. Además, culturalmente, estaban acostumbrados a especializarse en el cultivo de tabaco. La situación empeoró durante el período de austeridad que siguió al colapso de la Unión Soviética en 1991.
Necesitábamos reconstruir nuestra economía y una de las exportaciones que podíamos hacer era tabaco, así que empezamos a desarrollar nuevas genéticas de tabaco. Finalmente, uno de mis colegas, un gran criador llamado Eumelio Espino, creó una variedad llamada Havana 2000, resistente al moho azul, con buen rendimiento y buen sabor. La patentamos en Cuba y pronto los agricultores la plantaron por toda la isla. Luego descubrimos que en Nicaragua se había registrado una variedad de tabaco diferente con el mismo nombre. Nunca supimos si nos habían robado la semilla, pero era evidente que las supuestas plantas progenitoras de la patente no eran del mismo tipo de tabaco que la variedad nicaragüense. Desafortunadamente, este tipo de cosas son más comunes de lo que se cree.
Me he reunido con criadores en Europa que trabajan con plantas tropicales como la pitaya, la papaya, etc. Realizamos muchos estudios de mejoramiento de estos cultivos en Cuba a principios de la década de 2000, pero al final no los producimos. Desafortunadamente, una variedad que no prospera en Europa puede contener un rasgo patentable que generará grandes beneficios para quien la registre. Esto significa que los cultivadores de Latinoamérica pueden invertir grandes cantidades en el desarrollo de rasgos, pero luego perder la oportunidad cuando se patenta un gen específico.
Lamentablemente, patentar una nueva especie vegetal no es como patentar un instrumento o equipo, cuyas leyes están bien redactadas. Actualmente, varias organizaciones intentan acordar un marco universal para patentar semillas que reduzca la explotación. Es un proceso complejo y político, pero con algunos puntos positivos. Para patentar un híbrido en Europa, por ejemplo, se deben producir los progenitores y demostrar que sus perfiles genéticos coinciden con el híbrido. También se debe verificar el origen de los progenitores, con el objetivo de evitar que se repita la situación de La Habana 2000.

