Hace muchos años, cuando me mudé a España, me sentí como si hubiera aterrizado en otro planeta. Conducía por las carreteras de Almería, pasando junto a invernaderos construidos con alambres, postes y barrera de vapor. Estos invernaderos estaban rodeados de ecosistemas enteros de negocios nicho, y veía letreros con frases curiosas como “Echo plástico” o “Blanqueo”. O tal vez “Criamos abejas” estaba escrito en lo que parecía un grafiti en las paredes de los invernaderos. Y pensé: “¿De qué se trata todo esto?”.
Se trata de que los productores tengan una relación simbiótica con las empresas que los apoyan. Los productores orgánicos de calabacín, por ejemplo, no pueden rociar hormonas de cuajado, por lo que necesitan un acceso fácil a los polinizadores. Los invernaderos necesitan “blanqueo” en verano para reducir la luz ultravioleta, y el calor que trae consigo y la cubierta de plástico debe reemplazarse cuando se comienza a degradar. Sea lo que sea que necesite un agricultor, siempre hay una empresa local dispuesta a proporcionárselo.
Para los agricultores almerienses, la confianza es fundamental. Confían en estas empresas locales. Confían en sus amigos, en otros agricultores, en su cooperativa o en la empresa de semillas en la que su familia ha confiado durante generaciones. Esa confianza perdura hasta que se rompe.
Las empresas de semillas colocan grandes carteles en las carreteras de Almería que dicen cosas como: “El mejor pepino para el verano es…” o “El mejor tomate para el invierno es…”. Pero cuando les pregunté a los agricultores si confiaban en esos carteles, solo un 10 % respondió que sí.
He aprendido que los agricultores tienen una cadena de confianza en la que se apoyan para tomar decisiones importantes.
En un tiempo, era de persona a persona, de agricultor a agricultor. Así lo habían hecho durante generaciones, y así funciona su forma de comunicarse. Hoy en día comparten información por WhatsApp o Telegram, pero el principio es el mismo.
Ganar la confianza de un agricultor es un proceso muy largo. Puedes colgar un póster en la pared o mostrarles datos de un programa de cultivo local, pero no están acostumbrados a tomar decisiones basadas en esos factores y no confían en ellos. Si les presentaras a un cultivador que ha ganado millones de euros más que ellos cultivando una nueva variedad, quizá acepten que la que han cultivado durante años no es la mejor. Aunque, quizás no. No hay nada como la confianza de un agricultor, y esa es una valiosa lección que aprendí en Almería y que se aplica a casi todo el mundo.
