Un equipo multidisciplinario del CONICET trabaja en el mejoramiento genético de Andreia, una de las variedades de cebada más cultivadas en Argentina. El objetivo es aumentar su contenido de almidón degradable, lo que mejoraría la fermentación y la eficiencia del malteado. Esto se logra mediante la introducción de un gen del alga Ostreococcus tauri. Si bien el objetivo principal es impulsar la producción de cebada cervecera, el proyecto también promete desarrollar forrajes de mayor calidad para la nutrición animal.
La investigación se basa en trabajos previos del Centro de Estudios Fotosintéticos y Bioquímicos (CEFOBI, CONICET-UNR). Allí, los científicos transfirieron con éxito el gen OsttaSBE de O. tauri a Arabidopsis thaliana, una planta modelo comúnmente utilizada en estudios genéticos. La Arabidopsis genéticamente modificada resultante mostró un mayor contenido de almidón, más unidades de glucosa fermentables y gránulos de almidón más pequeños. Inspirada por estos resultados, la becaria doctoral del CONICET Amanda Rosario Gómez Ibarra comenzó a investigar cómo introducir el mismo gen de algas en la cebada, un cultivo de gran valor agronómico.
Para impulsar este esfuerzo, se formó un equipo interinstitucional, liderado por los investigadores del CONICET María Victoria Busi (CEFOBI) y Hugo Permingeat (Instituto de Investigaciones en Ciencias Agropecuarias de Rosario, IICAR, CONICET-UNR). El grupo también incluye científicos de la Plataforma Agrobiotec de la Facultad de Ciencias Agrarias y de la Facultad de Ciencias Bioquímicas y Farmacéuticas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). La particularidad de este proyecto reside en que, si bien ya existe cebada transgénica, esta es la primera vez que se utilizan enzimas de algas para modificar el cultivo, según un comunicado de prensa.
Según Busi, se eligió la cebada debido a su fuerte crecimiento en Argentina, tanto para la elaboración de cerveza como para otros usos agrícolas. Pasar de los ensayos con Arabidopsis a la cebada requirió herramientas especializadas de transformación genética, que el equipo encontró en la plataforma Agrobiotec-FCA, dirigida por Permingeat. “La plataforma es una estructura donde contamos con un laboratorio de biología celular y molecular, y cámaras para cultivar plantas durante todo el año en condiciones muy controladas”, comenta Permingeat, y destaca que esto es una ventaja, ya que la cebada es un cereal de invierno, con el que en un espacio como la plataforma se puede trabajar en cualquier época del año. También sostiene que al generar plantas transgénicas, se obliga a que todo el sistema esté muy controlado para que la semilla no se disperse.
Para generar las nuevas variantes de cebada, Gómez Ibarra primero tuvo que desarrollar un sistema de cultivo in vitro. El gen de las algas se introdujo en el genoma de la cebada mediante una pistola genética, pero solo después de modificarlo para garantizar que la expresión se produjera exclusivamente en el endospermo del grano, en lugar de en toda la planta. Una vez que las plántulas alcanzaron la etapa adecuada, se trasplantaron a macetas y se cultivaron hasta la madurez, lo que permitió a los investigadores cosechar sus semillas y analizar la siguiente generación.
Permingeat señala que no todas las variedades de una especie responden bien al cultivo in vitro y a la transformación genética. La mayoría de los estudios internacionales se basan en la variedad de cebada Golden Promise, ampliamente utilizada. En este caso, sin embargo, el equipo trabajó con Andreia, una variedad cultivada en Argentina. “Para nuestra sorpresa, Andreia respondió mejor que Golden Promise”, señala Permingeat.
Gómez Ibarra añade que la investigación fue reconocida en 2024 en el Congreso Internacional de Cebada, donde recibió un premio por su novedad. Pocos proyectos se centran en el mejoramiento industrial de la cebada, explica, ya que la mayoría de las investigaciones se centran en el rendimiento y la resistencia a enfermedades.
